Me molesta decir “todos” cuando en ocasiones es evidente que hay más mujeres. Me molesta decir “todos y todas” porque es cansador después de un rato… “los niños y las niñas”, “diputados y diputadas”, “los cerros y las cerras”, “los árboles y las árbolas”…
Pero también me enojaba cuando mujeres usaban su profesión en masculino. “Soy Laura y soy arquitecto”. Bueno, en ese caso me permito ser periodisto.
En el caso de los sustantivos derivados de acciones, no llevan género, porque apelan a la acción. Pero cuando tuvimos una mandataria mujer, a la gente le daba tirria decir “presidenta”, porque era un rol y no un sustantivo. Ningún escozor les provocaba a esos reclamones el uso de “sirvienta”, palabra utilizada por primera vez por Miguel de Cervantes.
Si tomamos el caso de los autores más relevantes que ha tenido la historia, Cervantes acuñó “sirvienta” y se le atribuyen a Shakespeare la invención de siete palabras. Cervantes podría ser el primero que usó el lenguaje inclusivo, entonces.
Svetlana Alexievich, ganadora del Nobel de Literatura de 2013, cuenta en su reportaje La guerra no tiene rostro de mujer, que en la Segunda Guerra Mundial los chicos iban al frente, pero esta guerra duró más de lo esperado y cada vez quedaban menos. Pidieron a mujeres participar y fue (al menos para ese país) la primera vez que mujeres ocupaban roles militares. Entre las historias que rescata, toma la de una chica que se fue a inscribir como “ametralladora”. Horas estuvo esperando el registro porque los soldados no sabían cómo ingresarla, ya que el formulario solo permitía rellenar la casilla de “ametrallador”.
“Hijo” viene de filio, que significa esclavo, y “pantalón” era para designar ropa interior. Las palabras mutan en su uso y significados.
“Tuto” viene de tuta, del aymara, y lo más bien que nos encanta ir a hacer tutito en la noche. Las palabras se mezclan entre sí, como los ingredientes antes de una receta. Horror generó en la sociedad el día en que un ministro joven tuiteó un sábado “a mimir”. Los más jóvenes se reían y creían que era una polémica idiota.
Se pueden crear palabras, se pueden modificar, se pueden popularizar términos. En nuestra lengua se ha popularizado el uso de expresiones en inglés. Fuck en inglés es un acrónimo de fornication under the consent of the king o “permiso real para tirar”. Ok viene de 0 killed, en registros de guerra, y se popularizó como un “ok, estamos bien”.
Si el lenguaje es tan dinámico, diverso y fruticolorido, ¿qué problema puede haber con que salude a un grupo con un “hola cabres”? Es mi norma, mi uso, y el contexto se entiende. No es un insulto ni un uso despectivo. “¿Que el lenguaje inclusivo es político?” ¿No lo es fuck, entonces, también? “¿Que el lenguaje inclusivo no existe?” Y se crean palabras todo el tiempo. Mi mamá no estudió términos como “tuitear” o “googlear” en el colegio.
Mi argumento favorito es “que el lenguaje inclusivo no está aprobado por la RAE”. Separan las comas y las dejan flotando por ahí; usan “la cual” indiscriminadamente sin correlacionar el género del adverbio con el sustantivo; usan términos en inglés; se refieren a garabato limpio todo el tiempo; usan términos en mapudungun, aymara, quechua y más. Usan frases hechas para expresarse; repiten todo el día frases de comerciales y memes; y destruyen el lenguaje con sus faltas de ortografía todo el tiempo. Pero el lenguaje inclusivo no está aprobado por la RAE.
¿Qué es el lenguaje inclusivo, entonces? No me parece una deformación, si tuvimos que adaptarnos para no referirnos como “mongólicos” a las personas con síndrome de Down y cada día se usa menos el término “mulata”. Hay que tener ojo en cómo usamos “negro” y, en muchos casos, se usan eufemismos como “discapacidad visual”, “situación de calle” para la indigencia o “privado de libertad” para referirse a presos. Cada vez usan expresiones más rebuscadas, llevando a las personas a ya hacer chistes de esto como “persona con situación de oscuridad de piel” o “cara precolombina”. Para reírse de minorías siempre habrá alguien dispuesto. No es inclusivo. ¿Usamos lengua de señas? ¿Al menos para presentarnos y decir nuestro nombre? ¿Usamos textos con colores neutros pensando en los daltónicos? ¿Qué hacemos respecto al tamaño de las letras? Si vamos a apelar a la inclusión, seamos inclusivos. Si vamos a apelar a lo estrictamente aprobado por la RAE, entonces seamos pulcros.
Si vamos a cuestionar cómo habla otro, hagamos el examen de conciencia completo. Conozco los ocho usos de coma aprobados por la RAE, la diferencia entre guion y raya larga y el origen de muchas palabras, y me preocupo de corregir hasta en mi mensajería instantánea. Elijo cómo hablo y me paseo el cuestionamiento.
Chao, cabres.