Inspiración lectora

Mi primer libro no lo elegí yo. Creo que mis primeras lecturas fueron todas obligadas por el colegio. No se sentían obligadas, como que me fuera a caer un gran castigo si es que no los leía, pero no fueron optativos. Los hubo divertidos y aburridos, pero no fue hasta que tuve 12 años, que elegí qué quería leer ahora: Harry Potter 2. Hasta ese minuto, los libros estaban designados por el programa lector del Ministerio de Educación. Hubo dos libros que me los pasó mi hermana mayor para que leyéramos juntas. Varios me los pasaban mis amigas, luego de que se los regalaran sus papás y ellas ya habían terminado de leerlos. Uno me lo pasaron mis papás: Harry Potter 1.

Viendo mi avidez por los libros, decidieron fomentar mi gusto con una nueva novela de moda. Me acuerdo que me lo dejaron en la punta de la cama, en dirección a la puerta. Llamé a mi amiga y le conté «ay no sé, mis papás me regalaron algo tan rasca ‘Harry Potter’ y algo… No me tinca». Mi amiga se alteró «Estúpida, es muy bueno. Léelo» y me cortó. Lo leí en una semana. Fue la primera vez que me leía un libro en tan corto plazo. El segundo libro de la saga lo pedí. No… Lo rogué de regalo. A partir de ahí, me atreví a buscar más títulos, me atreví a pedirlos y me atreví a visitar tiendas de libros.

Tuve un librero de cabecera, Josesito. Me conocía y me recomendaba libros cuando me quedaba sin cosas para leer. Cuando Joselito se fue, me adoptó el Fauvista, en la Qué Leo de Pedro de Valdivia. Yo le hablaba, le hablaba y le hablaba y el con cada tema, me ponía un libro en las manos. Me cuidaba de ir a esa librería preparada con plata para gastar y sabiendo que me iba de ahí a ir con harta tarea. No volví a tener un librero como ellos.

Hoy en día la inspiración por los libros la tengo de varias fuentes. Creo que la principal son influencers. Me encanta @unamalalectora. Fernanda Espinoza, una librera peruana que tiene su podcast en el que conversa sobre temas y a raíz de eso, menciona títulos y los analiza. Para mi, ella es el audio largo que espero de una amiga. Está @albo_lectxras, un chiquillo de Maipú, que con honestidad analiza libros clásicos. Con su popera del Colo-Colo, habla de autores como Dostoyevsky, Victor Hugo y Mary Shelly.

Hay un par de libros al año, que leo siempre para no quedar de mensa. Me pasa a veces que llega alguien, con un bonito un tanto altanero y me dice «¿has leído a este autor? bueno, deberías, porque…» y aquí me enchufan alguna excusa. Los leo lo más rápido que puedo y lo comento la siguiente vez que me topo con el personaje. La última vez, una jefa me dijo «Ay, tengo como 17 libros pendientes». Nadie tiene 17 libros pendientes. La única excusa para tener libros pendientes, es comenzar una saga y ni eso. Pero esa necesidad de que te vean relevante e intelectual. Ella me dijo «estoy leyendo este libro sobre inteligencia artificial, muy relevante para los temas que tratamos aquí». Lo compré. Lo leí. Fue absolutamente innecesario. La mayoría de las veces son libros malos, o fomes, mal escritos, los libros de moda, etc. Siempre me arrepiento de haber caído en la trampa. Siempre me parece que lo hago increíble cuando soy capaz de responder «oye leí ese libro que me recomendaste», hago una observación detallada y me guardo la opinión. La otra persona me da su opinión. Nunca estoy de acuerdo. Siempre son aproximadamente dos libros al año.

Hay un conjunto grande de libros que leí, porque vi una película y al final decía «basado en esta novela». Muy pocas veces me arrepentí de leer esos libros. Me pasó con el Señor de los Anillos, A todos los chicos de los que me enamoré, La esposa del viajero del tiempo, Wilde y varios más. Me pasó más de alguna vez que vi una película y revisé los créditos al final para ver si existía la opción que fuera un libro.

Un solo libro llegó por una canción: «Maga, te descubrí sin querer…», decía la segunda estrofa de esa canción de la Rue Morgue. Odié a la Maga.

Juzgué varios libros por su portada. ¡Es que Penguin y Blackie Books los hacen tan bonitos! Tuve una colección completa de libritos pequeñitos de S. Fischer Verlage porque parecían libros antiguos.

Llegué a varios títulos también por las cartas al director y columnas de opinión. Siempre eran libros de política y contextos nacionales, pero me pareció importante estar al tanto de lo que se escribía en esta materia en mi país.

Por último y creo que los libros que más gocé, fueron los que llegaron recomendados en sobremesas bien conversadas. Ya habituadas al ritmo del Kindle, cada vez que nos sentábamos a la mesa, mi tío el Negro, mi mamá y yo, siempre surgía un nuevo título. Como nos vemos unas dos veces al año, nos daba tiempo suficiente de encontrar el libro, leerlo y poder opinarlo en la sobremesa siguiente. En ese nuevo encuentro, sacaría otro libro a relucir. Allá partíamos las dos con mi mamá directo al celular, a Amazon, buscar el título, descargar.

A veces mi papá me llevaba con él al colegio que dirige mi tío Nano. Ahí, los tres en la cafetería de los profesores, nos hacíamos un café cargado y conversábamos de libros. Lo mismo. Mi tío Nano, con un entusiasmo específico para describir aquellos libros que más le gustaban, me daba razones muy intelectuales para leer un determinado libro. Jamás me arrepentí de seguir las recomendaciones de mi tío Negro o de mi tío Nano. Esta semana tuve la oportunidad de ver a ambos y ambos me dejaron tarea pendiente.

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