El patíbulo más alto de Latinoamérica

Me fui temprano del trabajo. Le pusimos caras al editor y nos dejó irnos antes ese viernes. Apurada metí en el bolso hasta el cuesco del durazno que me había comido y corrí al bus. Nos dejó en Bellas Artes cuando había quedado de juntarme a las 6 y media en el Costanera Center. Tomé el metro y subí a Los Leones. Corrí por Orrego Luco. La escalera mecánica estaba mala, subí a pie esos escalones más altos que el promedio. Corrí por el pasillo y fui directo al baño junto al Ripley, ahí en el segundo piso. Al salir me cambié los lentes de sol a los normales. Me acerque al Ripley para esperar a la Natalia y lo vi.

Vi una mancha azul oscuro pasar a toda velocidad. Lo escuché. Escuché el sonido seco de algo que cae irregular. Acto seguido un aullido agudo de una mujer. Aunque hubiera querido no hubiera podido gritar. El pecho se me apretó de manera instantánea. La sangre se me heló. Hace un par de segundos atrás me cocinaba del calor que hacía, pero ahora los escalofríos me recorrían entera. Divisé a la Natalia. Ella también había presenciado lo mismo. A mi al rededor, la gente corría a mirar que había pasado. Todos sabíamos.

«No puedo quedarme aquí. Este lugar está cargado» repetí, como siempre digo cada vez que voy. Tenía el corazón acelerado. Corrí al París y me fui corriendo hasta salir a la calle. El hospital Félix Bulnes está al frente. Para mí, lo lógico era divisar gente de blanco o verde cruzando la calle a toda velocidad. No pasó. Yo corrí de ahí. La Natalia venía detrás.

La sensación era parecida al asco. La garganta apretada, la piel helada, los escalofríos que no me dejaban en paz. Una sensación como hormigueo en las rodilla y piernas. La guata contraída. Entré a un Castaño, saqué una Sprite y me la tomé a sorbitos sentada en un paradero. Ahí nos quedamos las dos. Estábamos como aturdidas. Respirabamos de manera irregular. El estómago apretado. El pecho apretado. No estaban evacuando y eso me ponía neurótica. Me quería ir. No me quería mover. Cuando me acababa mi bebida sorbitos a sorbitos, sentí una patrulla subir por Nueva Providencia a toda velocidad. Ya no había nada que hacer. Respiraba agitada. La cabeza me pesaba. Aunque llevaba sentada unos 20 minutos, sentía el corazón desbocado. Un compañero de la U hablaba por teléfono cerca nuestro. Le hice señas, pero se fue. Me quería ir, pero no me podía mover aún. Las rodilla me temblaban. Las manos me hormigueaban.

Al rato caminamos un poco con la Nati. Ambas en silencio. En Carlos Antúnez con Suecia nos sentamos en una banca y pedí un auto que nos llevara. Nos subímos. Era un flaco que escuchaba música y que quería ser amable. No podía decirle nada.

Al llegar me puse pijama y me acosté. Afuera había 30 grados. Pero los escalofríos no cesaban. Me puse poleron y me tapé con varias frazadas.

Le conté a mis compañeros del diario lo que acaba de ocurrir. Uno de ellos me dio detalles de lo ocurrido. Era una señora de cerca de 70 años. Había tomado un café en el Crèpe Café y luego saltó. 10 minutos después otra persona acabó con su vida en metro U. Católica. Usó cianuro.

El metro, en estos casos tiene un protocolo definido. Al chofer del tren se le aísla y de inmediato se le da ayuda psicológica. La estación se evacúa, etcétera.

En el Costanera Center, no. Viendo posts en redes sociales, leí varias cosas al respecto. Lo primero es que una chica comentaba que la señora cayó frente a su tienda. Los guardias van, ponen un toldo y fin. Esperan a que llegue carabineros y el Servicio Médico Legal. «Yo estaba ahí. Nadie hizo nada. Una mujer entró en pánico y nadie la ayudó. Yo me acerqué y le ofrecí mi botella con agua», escribía la chica.

Otra persona comentaba que cuando entras a trabajar en el Costanera, al servicio del aseo les informan dónde está el toldo «para estos casos» y fin. Alguien comentaba sobre la mujer del aseo que debía limpiar la zona.

Yo vi a la gente querer mirar más, gente que gritaba «vamos a ver». El show debe continuar. La gente debe seguir comprando.

Esto se gestiona entre señoras del aseo y guardias de seguridad. No existen herramientas ni ningún tipo de sistema de contención. Las instrucciones son claras: Si te toca estar abajo, ahí está el toldo. Si alguien graba, se le quita el teléfono y se borra el archivo. Ese día viernes 8 de febrero, se demoraron casi 10 minutos en poner el toldo.

Este mall es del mismo dueño de aquel supermercado donde murió un viejito en un pasillo, lo taparon con una lona hasta que llegaran los servicios correspondientes, pero el supermercado NO cerró sus puertas al público.

A continuación la nota hecha por CNN

https://www.cnnchile.com/lodijeronencnn/disculpa-por-molestar-el-crudo-relato-de-guardia-de-costanera-center-sobre-anciana-que-se-lanzo-al-vacio_20190208/

Militza Castillo cuenta que los suicidios son cosa común dentro del Mall Costanera Center. Ya el mes pasado observó cómo una joven se lanzaba al vacío. Pero lo que vivió en la tarde de este viernes es un caso distinto, asevera, pues se trataba de una persona de la tercera edad.

Resulta que a eso de las 18:10, una señora de edad, luego de finalizar el café que estaba sirviéndose sola en una cafetería, se subió a una silla y se lanzó desde el quinto piso del edificio” parte relatando Militza. “Llamó a la mesera en reiteradas ocasiones y la última vez le dijo, sin motivo alguno: ‘Discúlpame por molestar’” detalla con una voz temblorosa.

Si bien en el transcurso del día transita mucha gente en este mall, la guardia asegura que notó algo extraño en la mujer: “tuvo una actitud rara durante la tarde. Andaba nerviosa, triste, ansiosa”.

“En un rato (continúo contando la testigo) miró hacia abajo por la baranda de donde estaba sentada. Pero como acá andan muchos clientes no se le toma atención a uno en particular” sentencia.

Como todo fue tan rápido, comenta, fue imposible hacer algo para evitar que la mujer se lanzara.

Al ser consultada por la presencia de algún tipo de carta suicida, la trabajadora asegura que “lo único que dejó sobre la mesa fueron sus lentes ópticos”.

Entre gritos, flashes, llantos e intentos de socorro, cuenta que ella y sus colegas fueron los encargados de tapar el cuerpo. Las instrucciones desde arriba, añade, se reducen a dos indicaciones: la primera orden -y la más crucial- es que “cuando te toca estar en planta baja, te dicen: ‘mira, atrás de la escala está el toldo’. Con eso tenís que cubrir al que se tire”, mientras que la otra ordena a que “si se ve a alguien grabando o tomando fotos se le quite el celular y borremos el archivo”.

“El mall se demoró entre 5 y 10 minutos en taparla. En ese tiempo la gente vio todo. A nosotros como trabajadores de nos pide mantener una postura hermética y cerrar la zona de la caída. Pero en ningún momento se le prestó contención a la gente ni a nosotros. Habían una personas que estaba con crisis pánico. Habían niños llorando” puntualiza.

Fueron los mismos guardias quienes tuvieron que limpiar la sangre del piso.

—¿Cuenta el Costanera Center con algún tipo de asistencia psicológica para estos casos?

No, no cuenta con ningún tipo de asistencia psicológica para estos casos. Hay paramédicos, pero es una sola sala de enfermería. Y la “brigada” como le dicen acá, que actúan de prevencionistas. Ellos están todos enfocados y dedicados al tema del cuerpo.

¿Se planteó, en algún momento, la posibilidad de cerrar el mall mientras se realizaban los peritajes?

Lo único que hacen es cerrar un pedacito, al que no puede ingresar el público. Pero el Costanera no se cierra ni por nivel ni por nada, sólo ese pedacito. Por el costado del área cerrada siguen pasando clientes, y de todas las edades, porque al frente de dónde cayó el cuerpo hay una dulcería, y muchos niños entran a comprar ahí acompañados de sus padres.

¿Se les entrega a los guardias algún tipo de capacitación para enfrentar eventos como un suicidio?

No. Acá se mata gente muy seguido. Yo puedo decirte que por semanas hay muchas muertes. Siempre se tiran al vacío. Por ejemplo, en el último nivel hay grabados en las barandas que dicen “Dios mío perdóname” o “por qué me dejaste sola”. La gente los ve y cree que es alguien que tenía pena y rayó eso, pero no sabe que eso lo escribió una persona que se mató hace muy poco.  A nosotros los guardias se nos expone mucho psicológicamente porque nos toca cuidar los cuerpos, verlos, taparlos y un montón de cosas.

Tras el episodio de hoy, Militza no se ha sentido bien. “Estoy estresada, ni siquiera pude comer. Tirito, tengo nervios. Estoy desesperada. Mucha gente se tira, pero cada vez es distinto. Ahora fue una señora de edad, el otro día fue una jovencita. Son situaciones distintas, pero uno no se acostumbra, confiesa.

“Yo pienso que el cuerpo no lo van a sacar hasta que el mall cierre sus cortinas, porque hay mucha gente comprando”, concluye, mientras -al cierre de esta nota- está a la espera de novedades.

CNN Chile se contactó con Costanera Center, pero la empresa declinó referirse al caso.


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